sábado, 19 de julio de 2008

Legado de un chico de 11 años

Diego falleció esta madrugada.

Tenía leucemia, pero estaba estable. Hasta que sufrió una caída que lo dejó inconsciente. En un hospital público, en mi país, no es sorpresa que no haya habido un respirador disponible para él esa noche. Pero hubo doctores hermosos que mantuvieron a Diego como 6 horas con un respirador manual, turnándose para bombear aire a sus pulmoncitos, manualmente.

Qué fuerte fue esa imagen en el hospital, yo comentando amargamente qué vergüenza, cuántos fondos desperdiciados que deberían ir para Salud Pública, bla, bla, bla… Pero al salir del cuarto donde Diego luchaba por su vida, sólo tenía palabras de agradecimiento por esa doctora con cara de cansada, que bombeaba sin parar, mientras el doctor anterior se sacudía los brazos cansados del turno anterior. Sonreían. Luchaban con él. Recordé las palabras de Rick Warren: “no creo que la vida sea como una montaña rusa, en la que a veces uno está arriba y a veces abajo. Creo que la vida es como las 2 vías de tren, donde lo bueno y lo malo están siempre presentes, en paralelo. Sólo es cuestión de enfocar en cuál vía decidir poner nuestra energía y atención”.

A partir de esa noche pasaron demasiadas cosas que no podría resumir. Simplemente Fabián y yo nos abrimos y dejamos que sucediera todo lo que sucedió: amistades, despedidas, bienvenidas, risas, lágrimas, lecciones, historias, unas poquitas personas entrando y saliendo de nuestro departamento –que está frente al hospital- brevemente pero con poder. Nos dispusimos a ser instrumentos de Dios, y también a ser recipientes de lo que hubiera que llenar… y vaya que se llenó!

No puedo resumir estos once días, cada uno trajo algo nuevo. Pero sí quiero resumir mi agradecimiento a Diego por su legado.

Gracias, Diego, por dejarnos la inspiración y la amistad de tu papá y tu mamá. No los vamos a soltar más. Y todas las otras amistades que se están formando de a poco, gracias a esos pocos momentos, aislados pero intensos, a cualquier hora en el hospital.

Gracias por haberme enfrentado con tener que abrirme a mi prójimo YA! y no darme tiempo a pensar, a planificar cómo tal o cual ayuda encajaría con mi estilo de vida.

Gracias por hacerme tragar todas mis palabras amargas contra un sistema de salud corrupto, simplemente porque esas palabras abarcarían injustamente a un puñadito de gente hermosa que trabaja allí, y ellos inspiran palabras de sorpresa e inspiración, no de frustración y enojo.

Gracias porque luchaste hasta lo último. Gracias porque aún cuando otras personas pudieron haber dicho “no pasa de esta noche”, vos seguiste luchando por tu vida, con todo lo que tenías. Cuánta gente se entrega y tira la toalla en pleno uso de sus facultades mentales. Vos estabas inconsciente y seguías sin entregarte. Qué lección!

Gracias por haberle dejado al pastor Jorge sin palabras, “sin la teología”, como describió él el sentimiento al verte luchando por tu vida. Y de rebote, a otros chicos en ese hospital. Porque se quebró, y gracias a eso nos transmitió y nos contagió eso que está más allá de la teología, de las palabras, incluso de las intenciones. Nos enfrentó cara a cara con lo que hay a la hora de la verdad, sabiendo todos que, aunque no estamos en el hospital con algún familiar, ésta es la hora de la verdad. Cada hora de vida y lucidez. El que tiene oídos, oiga.

Gracias por habernos dado un nuevo entendimiento sobre la muerte terrenal. Gracias por enseñarnos la diferencia entre sufrir y quejarse. Claro que hay que llorar y gritar, porque… pucha que duele el dolor! Pucha que es tan humana nuestra humanidad. Pero quejarse es otra cosa. Maldecir lo que nos toca está en otra categoría. Tus papás no lo hicieron, y dentro de su dolor nos están bendiciendo tanto con su inspiración, que hasta suena increíble. Ellos sufren porque te quieren. Pero ellos entienden bien algo que es difícil transmitir con palabras. Bendijeron todo lo que tocaron a su paso por el hospital, al mismo tiempo que lo regaron dulcemente con lágrimas. De nuevo, “donde acaba la teología”. O como dice la Biblia, “el reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder”… y qué poder se siente cerca de tus padres!

Pucha, Dieguito. Ni nos conocías y mirá todo lo que hiciste por nosotros. A nuestros treintitantos, será que le sacudimos tanto la cabeza siquiera a una persona, como lo hiciste vos a tus escasos once?

Si hubieras escuchado el sermón de despedida de Jorge el domingo pasado… 100% causado por vos. Moviste a toda la iglesia. Nos hiciste reír, nos hiciste llorar, nos hiciste aplaudir, pensar, soñar, y sobre todo decir Basta! Basta de esperar que la vida nos dé lo que Dios hace rato ya nos dio y nos toca simplemente conquistar, o recuperar, o entender. Nos toca sacudirnos de encima las excusas, e incluso sacudirnos de encima a la gente que elige seguir teniendo excusas. Hasta que elijan lo contrario. Porque esta vida es corta. Y porque no puede ser que un hombre sin sus 2 brazos y sus 2 piernas esté sacudiendo al mundo, y mis dos piernas estén moviéndose en predecibles círculos, de la casa a la oficina, de la oficina a la iglesia, de la iglesia a compromisos, y de vuelta a casa. No puede ser que mis manos estén señalando a otros, amasando rutinas, o apretando el control del televisor para ver quién me inspira ahora.

Hacía tiempo que veníamos aprendiendo, entendiendo, adoptando cosas lindas, y haciendo cosas a cuentagotas, “preparándonos”, pero la vida no para mientras nosotros ensayamos una decisión. La vida no espera. La muerte tampoco espera. Basta. Muchos dijimos "basta" la semana pasada. Y no estamos analizando ni volviendo atrás. No más.

Nos dejaste la lección de la inmediatez para lo importante. Todo lo bueno que sabemos, es para aplicarlo YA. No para forwardear interminables mensajes lindos por e-mail. Ya lo sabíamos, pero en fin… ¿qué excusa te puedo decir? Nos recordaste que los abrazos y las palabras buenas son para ya. No para sentirlas y esperar el mejor momento, que nunca llega. Nos recordaste que lo que sabemos que hay que desechar de nuestras vidas, por inútil, es para desecharlo ya. Antes de terminar de escribir este párrafo. Ya.

Qué loco, Diego. ¿Tenías en mente causar algo así? Sos parte de nosotros para siempre. Acá abajo y después. Y en ese “después”, en la vida que te verá sin leucemia y sin cama, ahí te voy a poder decir gracias cara a cara. Y atrás mío, en fila, unos cuantos sacudidos también lo harán.

Hubiéramos querido conocerte bien, y que tus padres te tuvieran muchos años más. Claro que duele. Pero dejame decirte algo...

Tu vida fue corta, hermosa, valiente y necesaria.

Y tu vida dejó un legado que millones de otras vidas, con muchos más recursos, conocimientos y edad que vos, no lograron dejar.

Hasta la vista, campeón.

1 comentario:

Lobo Suelto dijo...

Descansa en paz, Angelito...(+)
Es muy rara esta vida que nos toca... o los raros somos nosotros, en realidad! Una persona muy amada para mi me dijo ayer "yo soy así... triste!" No lo entendí. Como si mi amor y el amor de la gente que la rodea no le fuese suficiente para ser feliz... Es una vida sola la que vivimos y es este segundo que nunca volverá!! Cuanto o qué hubiesen dado esos papis por un dia mas con su hijito... una tarde mas... un minuto mas o una sonrisa, una caricia... Que estás esperando para ser feliz! Qué queres ser? Querés tener un hijo? Querés cantar, bailar, tocar un instrumento? Querés escribir un libro? Qué te hace feliz? Ya lo visualizaste? HACELO! Amá con todo tu corazón, peleá y luchá con todas tus fuerzas, VIVE todos tus días como si fuesen el ultimo, no te guardes nada... Para que? Para quien? Para cuando? Y te olvides que para lograrlo solo necesitás de 2 personas... Vos y Jesús.

GGRRR..!!!!