miércoles, 15 de abril de 2009

La verdad te hará libre

Tengo un nuevo amigo. Un ex ladrón :)

Su historia me movió hasta los huesos, la estoy traduciendo en estos días. Y puedo comentarla porque él la publicó. Cristiano/misionero de toda la vida, por años sufrió por no poder evitar robar a todo su entorno. Confesaba. Pedía perdón. Odiaba hacer eso, sabía que hacía mal. La gente que quería ayudarlo atacaba el problema “efecto”, el robo. Tuvo oración, terapia, consejería, cárcel, soledad... Nada. Hasta que fue al centro del problema, a la “causa”.

Había sido violado a los 5 años de edad y el violador amenazó con matarlo a él y a su familia si lo delataba. La psicología explicó que, al no poder contar lo que le habían hecho, su atormentado cerebrito subconscientemente ideó que él denunciara sin palabras que “había algo malo”… Cómo? haciendo algo malo. Su primera víctima de robo fue su violador. Pero nadie hizo la conexión, y el chico siguió teniendo necesidad de robar sin saber porqué. Creció y siguió robando y arrepintiéndose, atacando el efecto y sintiéndose fatal, hasta el borde del suicidio. Hasta que entendió la causa que provocaba esa necesidad. Trató por primera y única vez su herida infantil. Y nunca más volvió a sentir esa rara necesidad de robar. Y ahora ayuda a otros adultos encadenados, a descubrir las verdades que los liberarán.

Impresionante, no? Yendo a un plano menos dramático que la historia de John, es bien común que ante conflictos, muchas veces nos concentramos tanto en los “efectos” del conflicto, que no se nos ocurra atacar sus causas ocultas.

Tiempo atrás tuve una situación con algunas personas. Denuncié algo, y ardió Troya. Hubo desencantos. Lágrimas. Relaciones rotas. Y daños colaterales. Fue tan desgastante, que la opción más tentadora era decir "dejémoslo así, sigamos como estábamos". La pregunta que me mantuvo firme fue: ¿quiero estar de parte de estas personas -porque las amo- o quiero estar de parte de la verdad?

Y a pesar del dolor, supe que ponerme de parte de “las personas” me daría un alivio inmediato pero engañoso. Y que ponerme de parte de la verdad me mantendría libre de pequeñas cadenas que ya no quería arrastrar.

Desde esa vez me prometí que, ante conflictos de cualquier tipo, nunca me pondría de parte de Fulano ni de Mengano, sino de La Verdad. Y defendería esa verdad, sin importar a cuál “bando” ésta beneficiase en el conflicto. Y sí, esta práctica me trae libertad.

El hombre fue creado para ser libre, lucha por su libertad desde que nace.
El hombre también fue dotado de principios universales con los que está invitado a alinearse. Entre éstos, uno promete la respuesta a esa permanente búsqueda…

…“La verdad les hará libres”.

Claro, la religión tradicional ha encasillado este principio en un sólo significado: el del plan de Dios con la humanidad. Pero un principio universal no puede limitarse a una sola situación. La verdad tiene que liberarme, no sólo de la muerte eterna, sino también de acciones absurdas, de rencores, de miedos, de necesidades, de lo que sea que me tenga atada.

En mi caso, generalmente "La Verdad" en sus manifestaciones más modestas fue la que me ha traído mayores libertades: Libertad de situaciones forzadas o amistades tóxicas. O libertad de la frustración por causa de eventos fuera de mi control.

O incluso, como dice Susan McMahon, libertad de mi “ego débil”… como cuando una persona adicta al chisme me hizo ver, gracias a sus chismes, una pequeña verdad: yo realmente deseaba la aprobación de la gente! Por eso yo buscaba "aclarar" mentiras que esa persona decía. Esa verdad liberó al mostrarme que el problema no eran los chismes.
El problema era todo mío: atarme a modas humanas, como esa perversa moda de querer ser populares, ese deseo irreal de querer ser creídos por todos y apreciados por nuestras buenas cualidades. Imagínense qué carga inútil, qué energía mal dirigida.

OK… convengamos que no es nada cool recibir una verdad de parte de alguien que luce defectos que una desprecia. Pero justamente eso es lo lindo de ponerse de parte de la verdad y no de la persona. Porque SÍ es cool recibir una verdad. Siempre. Siempre implica un aumento de la dosis de libertad que ya conquistaste. No importa que esa nueva dosis llegue en las manos del ser más amable del planeta, o del que tiene las actitudes más detestables.
No importa, porque en ese momento, ambos están al servicio de Dios, siendo los portadores de un regalo para vos.

Sería tonto rechazar el regalo por causa del mensajero que lo trae. Y sería aún más tonto aceptar, en vez de ese regalo, cosas lindas que no formen parte de la verdad. Ataduras con lazos de seda.

¿Estás en una situación desgastante que ya trataste de solucionar de varias formas? Quizás no sea mala idea hacer como John y preguntarle a Dios… ¿cuál es la verdad escondida detrás de esto, la pequeña o gran verdad, que me puede dar libertad de esto?

En Verdadlandia habita La Verdad en todas sus formas: chiquita, grande, espiritual, social, antropológica, invisible, visible, cotidiana…

En Verdadlandia no tomamos las palabras depende de quién las pronuncia: sabemos por experiencia que una persona tosca o impopular puede decir una verdad verdad, y una persona tierna o muy popular puede decir una mentira (tiene sentido, además, si la verdad amenazara su popularidad).

En Verdadlandia no somos muchos habitantes (uno creería que sí, pero decir "yo no miento" no me convierte en Verdadlandense).

Somos imperfectos y metemos la pata. No siempre la tenemos 100% clara. Ni somos todos muy facheros que digamos. Ni siempre nos va tan bien. Demás está decir que no siempre somos populares. Y a veces nos duele y lloramos.

Pero en Verdadlandia somos libres.

Y si somos libres, lo demás es prescindible.