martes, 29 de julio de 2008

Dios, qué injusto sos conmigo.

Así le dije una día.

Dios estaba siendo injusto... no, terriblemente injusto conmigo. Y con mis amigos y familia. Tenía que decirle lo que sentía, me hacía bien detallarle una a una sus injusticias.

Philip Yancey escribió una vez sobre las “atroces matemáticas de Dios”. Tomando algunas parábolas de Jesús, mencionó la absurdez de la forma de Dios de hacer cuentas. La parábola de la oveja perdida –el pastor que deja a 99 ovejas para ir a rescatar a una, sólo una, que se había extraviado. La del hijo pródigo –el padre que recibe a su hijo con fiesta y honores, después que éste lo abandonó, despreció y deshonró; con el agravante de que el “hijo bueno” que jamás huyó de la casa, no recibe semejante premio. La del trabajador que se acopla a la tarea a última hora, y recibe el mismo pago que el trabajador que empezó de mañana.

Una amiga agnóstica me dijo que el tema de la “gracia” (el favor inmerecido de parte de Dios) era uno de los motivos por los que ella ya no podía creer en Dios. Tendría que existir un Dios justo y coherente, me dijo. La parábola del trabajador le era especialmente irritante… pagas iguales a dos personas que trabajaron horas desiguales??? In-jus-to!!

Aaah, cuánto nos gustaría que la gente que no actúa como nosotros, o que nos lastima, reciba inmediatamente “todo el peso de la ley” de Dios! Cuántos leímos alguna vez el salmo 37 o parecidos con la “esperanza” de que aquellos que gozaban de bondad inmerecida de Dios, lloraran lágrimas de sangre! Y cuán poco nos acordamos de que la misma gracia que Dios tiene para ellos –injustamente- la tiene para nosotros cada día.

Nos alineamos con las prioridades de Dios cuando tenemos tiempo, o cuando lo estamos buscando por algún motivo, y aún así El nos da la misma paga que les da a quienes día a día buscan sembrar su reino. Llegamos tarde, pero tenemos la misma cantidad de paz, de bendición, de promesas, de amor incondicional. Claro, pero ahí no nos sorprende el amor absurdo de nuestro Papá. Ahí lo que recordamos es aquel dicho: “Dios me perdonará, ese es su trabajo” :)

Jesús relató esta respuesta del empleador “injusto”: ¿Acaso no estuviste de acuerdo a trabajar por un denario? Acaso te fallé? ¿No tengo derecho de hacer lo que quiero con mi dinero, o te da envidia que sea generoso?

Amiga agnóstica, te molesta que yo sea tan paciente con quienes vos quisieras condenar ya mismo? Hermano del hijo pródigo, ¿acaso sentís que no te quiero? ¿o sólo te fastidia que mi amor alcance también a un hijo ingrato? Discípulos, ¿les faltó mi atención? ¿o sólo les molesta que también me guste pasar tiempo con otro tipo de gente? Gente, ¿qué parte de “no codiciarás” no entendieron? Quieren justicia? Cuál sería un pago justo por sus quejas, su crítica a otros, su amargura, su status quo, su terquedad, su cobardía, su falta de decisión, sus exigencias…? Quieren justicia, o prefieren seguir acogiéndose a mi gracia?

Yancey lo resumió de manera genial: “las historias de Jesús no tienen sentido económico… la gracia no puede ser calculada... La gracia no consiste en contar quién termina primero o último, consiste en no contar”.

Si vamos a ser justos, “denunciemos” las injusticias que Dios ha cometido con nosotros hasta ahora.

Empiezo yo: El me creó para Su propósito, y una buena parte de mi vida yo estuve viviendo para los míos propios. Elegí mis métodos en vez de los suyos, y me quejé de El cuando mis métodos no me funcionaron. Muchas veces recordé sus propósitos cuando me convenía. En honor a la justicia, El debería haber hecho cualquier cosa que equilibrase el tema, pero fue injusto y me dio cuanta gracia necesitara. Hasta que comprendiera cómo era el amor.

Me rodeó de gente hermosa y muchas veces me quejé de soledad. Me hizo nacer en un lugar donde no paso hambre, y muchas veces olvidé honrar la comida como la honran los chiquitos que sólo la ven una vez al día.. o cada dos días. Injusto. Y aún así, tengo mis 3-4 raciones diarias aseguradas para hoy, mañana, pasado… aún cuando algunos de esos días recordaré agradecer y compartir emocionada… y otros días no me importará hacerlo.

Es injusto que para todo lo lindo que está pasando en mi vida, yo sólo tenga que creer y actuar en consecuencia, y con eso ya se pone en marcha la maquinaria espiritual que hace que fluyan las situaciones y circunstancias, las respuestas y las sorpresas, la bendición y la alegría.

Tengo dos manos que muchas veces trabajaron de mala gana esperando que llegara el trabajo ideal, el estado de ánimo ideal, la situación ideal. Y conocí gente que trabajó todos los días de su vida, y le falta un brazo, o los dos. Tengo una lengua que unas veces habló cosas constructivas, y otras me metió en problemas. Tengo talentos que por mucho tiempo estuvieron estáticos. Lo justo sería que yo "pagara", que yo compensara para equilibrar la balanza, por no haber estado por tantos años a la altura de lo que Dios tenía en mente cuando me creó.

Pero no pagué.

Sólo me tocó agradecer que Alguien ya hubiera pagado por mí. Y pucha que le costó caro.

Además de no pagar, me comparé con otros. Y revisé sus cofres, para ver si lo que Dios les había puesto allí era “justo” para lo que yo pensaba de ellos. Para ver si alguno tenía más juguetes que yo, y para reclamar por qué.

Y para completar la ironía, cuando dejé de hacer mal algunas cosas, se me acabó la paciencia con la gente que todavía no renunciaba a aquello que yo ya renuncié. Me olvidé de mis propios tiempos y juzgué que ellos se estaban tomando demasiado tiempo.

Ufa, Dios, qué querés que te diga… tu amor es muy injusto conmigo. El intercambio es demasiado disparejo. Ni siquiera te molesta lo que te digo! Te reís, como diciendo “qué lindo que te diste cuenta! Espero que ahora disfrutes más de la vida! Hacía tiempo que te quería ver así aliviada, contenta, agradecida, en paz”.

Y bueh... Gracias, Dios, porque puedo acogerme a tus absurdas matemáticas. Gracias porque me querés tanto que no dejás de creer en mí, de mostrarme cosas, de responderme incluso las preguntas de nena caprichosa que a veces tengo.

Gracias por no darme lo que merezco, sino lo que es digno de tu amor perfecto y nada mezquino.

Gracias, Señor, por tanta injusticia.

sábado, 19 de julio de 2008

Legado de un chico de 11 años

Diego falleció esta madrugada.

Tenía leucemia, pero estaba estable. Hasta que sufrió una caída que lo dejó inconsciente. En un hospital público, en mi país, no es sorpresa que no haya habido un respirador disponible para él esa noche. Pero hubo doctores hermosos que mantuvieron a Diego como 6 horas con un respirador manual, turnándose para bombear aire a sus pulmoncitos, manualmente.

Qué fuerte fue esa imagen en el hospital, yo comentando amargamente qué vergüenza, cuántos fondos desperdiciados que deberían ir para Salud Pública, bla, bla, bla… Pero al salir del cuarto donde Diego luchaba por su vida, sólo tenía palabras de agradecimiento por esa doctora con cara de cansada, que bombeaba sin parar, mientras el doctor anterior se sacudía los brazos cansados del turno anterior. Sonreían. Luchaban con él. Recordé las palabras de Rick Warren: “no creo que la vida sea como una montaña rusa, en la que a veces uno está arriba y a veces abajo. Creo que la vida es como las 2 vías de tren, donde lo bueno y lo malo están siempre presentes, en paralelo. Sólo es cuestión de enfocar en cuál vía decidir poner nuestra energía y atención”.

A partir de esa noche pasaron demasiadas cosas que no podría resumir. Simplemente Fabián y yo nos abrimos y dejamos que sucediera todo lo que sucedió: amistades, despedidas, bienvenidas, risas, lágrimas, lecciones, historias, unas poquitas personas entrando y saliendo de nuestro departamento –que está frente al hospital- brevemente pero con poder. Nos dispusimos a ser instrumentos de Dios, y también a ser recipientes de lo que hubiera que llenar… y vaya que se llenó!

No puedo resumir estos once días, cada uno trajo algo nuevo. Pero sí quiero resumir mi agradecimiento a Diego por su legado.

Gracias, Diego, por dejarnos la inspiración y la amistad de tu papá y tu mamá. No los vamos a soltar más. Y todas las otras amistades que se están formando de a poco, gracias a esos pocos momentos, aislados pero intensos, a cualquier hora en el hospital.

Gracias por haberme enfrentado con tener que abrirme a mi prójimo YA! y no darme tiempo a pensar, a planificar cómo tal o cual ayuda encajaría con mi estilo de vida.

Gracias por hacerme tragar todas mis palabras amargas contra un sistema de salud corrupto, simplemente porque esas palabras abarcarían injustamente a un puñadito de gente hermosa que trabaja allí, y ellos inspiran palabras de sorpresa e inspiración, no de frustración y enojo.

Gracias porque luchaste hasta lo último. Gracias porque aún cuando otras personas pudieron haber dicho “no pasa de esta noche”, vos seguiste luchando por tu vida, con todo lo que tenías. Cuánta gente se entrega y tira la toalla en pleno uso de sus facultades mentales. Vos estabas inconsciente y seguías sin entregarte. Qué lección!

Gracias por haberle dejado al pastor Jorge sin palabras, “sin la teología”, como describió él el sentimiento al verte luchando por tu vida. Y de rebote, a otros chicos en ese hospital. Porque se quebró, y gracias a eso nos transmitió y nos contagió eso que está más allá de la teología, de las palabras, incluso de las intenciones. Nos enfrentó cara a cara con lo que hay a la hora de la verdad, sabiendo todos que, aunque no estamos en el hospital con algún familiar, ésta es la hora de la verdad. Cada hora de vida y lucidez. El que tiene oídos, oiga.

Gracias por habernos dado un nuevo entendimiento sobre la muerte terrenal. Gracias por enseñarnos la diferencia entre sufrir y quejarse. Claro que hay que llorar y gritar, porque… pucha que duele el dolor! Pucha que es tan humana nuestra humanidad. Pero quejarse es otra cosa. Maldecir lo que nos toca está en otra categoría. Tus papás no lo hicieron, y dentro de su dolor nos están bendiciendo tanto con su inspiración, que hasta suena increíble. Ellos sufren porque te quieren. Pero ellos entienden bien algo que es difícil transmitir con palabras. Bendijeron todo lo que tocaron a su paso por el hospital, al mismo tiempo que lo regaron dulcemente con lágrimas. De nuevo, “donde acaba la teología”. O como dice la Biblia, “el reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder”… y qué poder se siente cerca de tus padres!

Pucha, Dieguito. Ni nos conocías y mirá todo lo que hiciste por nosotros. A nuestros treintitantos, será que le sacudimos tanto la cabeza siquiera a una persona, como lo hiciste vos a tus escasos once?

Si hubieras escuchado el sermón de despedida de Jorge el domingo pasado… 100% causado por vos. Moviste a toda la iglesia. Nos hiciste reír, nos hiciste llorar, nos hiciste aplaudir, pensar, soñar, y sobre todo decir Basta! Basta de esperar que la vida nos dé lo que Dios hace rato ya nos dio y nos toca simplemente conquistar, o recuperar, o entender. Nos toca sacudirnos de encima las excusas, e incluso sacudirnos de encima a la gente que elige seguir teniendo excusas. Hasta que elijan lo contrario. Porque esta vida es corta. Y porque no puede ser que un hombre sin sus 2 brazos y sus 2 piernas esté sacudiendo al mundo, y mis dos piernas estén moviéndose en predecibles círculos, de la casa a la oficina, de la oficina a la iglesia, de la iglesia a compromisos, y de vuelta a casa. No puede ser que mis manos estén señalando a otros, amasando rutinas, o apretando el control del televisor para ver quién me inspira ahora.

Hacía tiempo que veníamos aprendiendo, entendiendo, adoptando cosas lindas, y haciendo cosas a cuentagotas, “preparándonos”, pero la vida no para mientras nosotros ensayamos una decisión. La vida no espera. La muerte tampoco espera. Basta. Muchos dijimos "basta" la semana pasada. Y no estamos analizando ni volviendo atrás. No más.

Nos dejaste la lección de la inmediatez para lo importante. Todo lo bueno que sabemos, es para aplicarlo YA. No para forwardear interminables mensajes lindos por e-mail. Ya lo sabíamos, pero en fin… ¿qué excusa te puedo decir? Nos recordaste que los abrazos y las palabras buenas son para ya. No para sentirlas y esperar el mejor momento, que nunca llega. Nos recordaste que lo que sabemos que hay que desechar de nuestras vidas, por inútil, es para desecharlo ya. Antes de terminar de escribir este párrafo. Ya.

Qué loco, Diego. ¿Tenías en mente causar algo así? Sos parte de nosotros para siempre. Acá abajo y después. Y en ese “después”, en la vida que te verá sin leucemia y sin cama, ahí te voy a poder decir gracias cara a cara. Y atrás mío, en fila, unos cuantos sacudidos también lo harán.

Hubiéramos querido conocerte bien, y que tus padres te tuvieran muchos años más. Claro que duele. Pero dejame decirte algo...

Tu vida fue corta, hermosa, valiente y necesaria.

Y tu vida dejó un legado que millones de otras vidas, con muchos más recursos, conocimientos y edad que vos, no lograron dejar.

Hasta la vista, campeón.

viernes, 4 de julio de 2008

"Naciste para triunfar"

Hay gente que pasa por nuestras vidas por un período cortito de tiempo, pero deja una marca para siempre. Creo que todos conocemos a alguien así. Es como que Dios, de tanto en tanto, nos envía abrazos a través de gente que “toca tambo” en nuestras vidas y sigue viaje. El tema de hoy lo dedico a un tipazo que está volviendo a su tierra, para ir a regalar esperanza, entusiasmo y espíritu de victoria a sus compatriotas, de la misma forma que lo hizo aquí con nosotros.

Jorge no puede estarse quieto ni hablar bajito. No puede hablar sin destilar entusiasmo por todos los poros. Tiene un vozarrón, casi-salta mientras habla, le brillan los ojos, no le cabe el entusiasmo en el cuerpo! (Cómo te vamos a extrañar, man!)

Jorge me contó una vez la siguiente anécdota: lo llamó un profesor-consejero de la escuela cristiana donde estudia su hijita, para decirle, con mucho tacto, que él estaba haciendo algo mal con respecto a la educación de ella. Que ella solía decir que había nacido para triunfar, y que eso no era realista. Que todos los cristianos deberían saber que en este mundo sufrirán, que tendrán que cargar su cruz, etc, etc.. y que en síntesis, esta nena tenía un optimismo irreal… no se la estaba preparando para los golpes de la vida.

Claro, la nenita está sometida a triunfoterapia desde que nació… y al ritmo hipermegaentusiasta de su papá. “Para qué naciste??!!” le pregunta él de rutina. “Para triunfar!!” responde ella. La muy marciana. Entre tanta gente acostumbrada a sobrevivir y a depender de factores externos que determinen cómo será su día, su humor, su vida, la pobre es un espécimen raro.

Qué triste que hayamos entendido tan mal el evangelio. Qué triste que muchos piensen que “cargar la cruz que te toca” significa andar con la cabeza baja y con la famosa frase “pero yo confío en Dios… (snif) El me sostiene… estamos en la lucha…”

Qué trágico que no seamos conscientes de que estamos aquí, ahora, para reinar, para gobernar la creación como inteligencias superiores que somos. Para ser evidencias vivientes del poder de Dios en el ser humano. No para aguantar estoicamente, dando un triste testimonio de tal poder, esperando la eternidad para, por fin, sonreír.

Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús porqué cierto hombre había nacido ciego, especularon así: "¿fue por su pecado, o por el pecado de sus padres?". Jesús no aceptó ninguna de esas inútiles opciones y respondió: "Para que el poder de Dios se manifieste en él".
Cool :)

Lo que Jorge está haciendo con sus hijos es lo que todos deberíamos hacer: declarar –y demostrar- que estamos aquí para triunfar. Dios nos creó con un propósito. No para no tener caídas, sino para saber que podemos levantarnos y seguir persiguiéndolo. Dios no permite jamás que atravesemos un problema, sin antes equiparnos para triunfar sobre él. Y si no estamos triunfando sobre un problema de años, una de tres: o no sabemos que nacimos para triunfar, o sí lo sabemos pero no estamos dispuestos a hacerlo, o no hemos aprendido cómo.

Sí, algunas batallas vamos a perderlas. Sí, estamos sujetos a factores que no podemos controlar. David Richo habla de 5 hechos inevitables en esta vida: el cambio, los reveses en los planes, la injusticia, el dolor, y el hecho de que las personas que amamos, nos fallan de vez en cuando. El sostiene que en realidad nuestro miedo y nuestra constante lucha contra estas 5 certezas, son la fuente verdadera de nuestros problemas. La cuestión es aceptarlas y encararlas, y usarlas para seguir creciendo. No lamentarse y sobrevivirlas.

¿Hay algún problema que está triunfando sobre vos? Contale la noticia: naciste para triunfar, porque estás del lado de Aquel que triunfó sobre todo el mal y te capacitó para imitarlo. Hoy, mañana, dentro de 3 semanas o 2 años, pero vas a triunfar sobre ese problema, porque estás equipado para hacerlo y tu “equipo” es parte de tu propósito. Si es cuestión de aprender cómo, buscá los medios. Si otras personas pudieron sobreponerse a divorcios, cáncer, vivir con una enfermedad, sin un miembro del cuerpo, en cautiverio, o habiendo perdido a un ser querido; quiere decir que se puede, que la raza humana puede. Llorá, decí que duele si es necesario, acusá recibo del golpe, porque el dolor -maldito dolor- es real. Pero no te quedes abajo para siempre. Naciste para triunfar. No dejes que ningún desinformado te convenza de lo contrario.

Y si te sentís tentado a decir que tu situación es imposible, imaginate lo peor. Pensá qué harías sin un brazo… sin dos… sin los dos brazos y una pierna… bah, sin las dos piernas también! Después tomate un minuto para comparar esos pensamientos con los de este chico australiano del video, que se tomó en serio las palabras de Jesús: “para el que cree, TODO es posible”:
http://www.youtube.com/watch?v=0RiTJzcTFQE&feature=related