domingo, 10 de mayo de 2009

Si yo creyera en Dios

En mi trabajo de traductora, a veces me envían documentos para pasarlos completamente del inglés al castellano o vice versa. Pero otras veces, clientes que entienden algo de inglés me dan documentos que ellos escribieron directamente en ese idioma, simplemente para que yo los corrija. Pretenden que les cobre menos honorarios, porque finalmente es una simple corrección, no una traducción completa.

¿La realidad? Generalmente me toma más trabajo corregir y dar vuelta las frases y párrafos en inglés incorrecto que ellos pusieron. Perdería menos tiempo haciéndolo directamente de una vez, de un idioma a otro, en vez de tratar de descifrar algunas expresiones que usaron, o en vez de acomodar el estilo que usaron al resto del documento, para mantener la coherencia de la redacción.

Siento que así pasa con lo que hemos aprendido de Dios. Sería más fácil conocer directamente lo que él realmente nos quería mostrar desde el comienzo, que corregir conceptos muy arraigados que la educación cristiana tradicional nos dio, donde hay factores sociales, culturales, familiares y sicológicos mezclados. Y que resultan ser una mala traducción del deseo de Dios.

Así, demasiada gente que siempre supo de la existencia de Dios y nunca lo experimentó, dice cosas como “No es cierto que Dios pueda hacer tal o cual cosa por mí. Yo toda la vida lo conocí, cumplí las reglas, y nunca me sirvió para nada, sólo para una esperanza al morir”. Seré exagerada pero honestamente, preferiría que estas personas fueran ateas o agnósticas. Conocer mal a Dios es peor que no conocerlo en absoluto. Y promover requisitos que Dios jamás pretendió... es peor que no decir nada de El.

¿Conocen a algunas de estas víctimas de la mala traducción? Esta es la gente religiosa que se preocupa por las apariencias y las amistades de los demás. Esta es la gente que "se convierte" en forma de vestir y gustos musicales y alimenticios. Que siente que asistir y colaborar con la iglesia es sinónimo de tener a Dios. Que siente que ya no tiene nada que aprender y mucho que enseñar. Esta es la gente que juzga, critica y opina sobre quienes viven de forma diferente a ella. Es la gente que no se toma por aludida al leer sobre lo que hacía Jesús: hacer amistad con publicanos y prostitutas, denunciar sin anestesia la corrupción que veía en su entorno religioso, vivir para servir, dar amor incondicional, entender la palabra de Dios según conceptos y no según frases literales…

Todas estas son cosas más fáciles de “traducir” directamente, que editar y corregir en una mente religiosa para transformarla en una mente espiritual. Y cómo cuesta desaprender el concepto de Dios misterioso y distante, de doctrinas creadas por el hombre en su necesidad sociológicamente explicable de encasillamientos, de control… cómo cuesta muchas veces aprender de cero sobre ese Dios al que vimos de reojo por años!

Y cómo cuesta creer que ese Dios que por años me negó lo que tanto le pedí, sí me lo quiere dar, sin tanto ruego, y sólo está esperando que yo cambie algo en mi mentalidad, en mi entendimiento, para que sea apta para recibirlo y disfrutarlo de verdad!

Por ejemplo.. tiempo atrás entendí que no necesito pedirle bendiciones a Dios. Solamente tengo que ir al lugar donde fluye su bendición. Ya sea un lugar mental, un ambiente propicio, relaciones personales, actividades, decisiones.. todo lo que esté alineado con principios que me conectan con Dios… donde él se está moviendo con poder.

Dejé de desearles a las personas “que Dios las bendiga”, y empecé a desearles que atraparan todas las bendiciones que ya estaban allí decretadas para ellos, que las creyeran, que las materializaran. Y por las respuestas de algunos, era fácil ver que esa mala traducción, esa educación cristiana, en muchos casos no había considerado necesario dejar de pedir tanto y empezar a conquistar un poquito, dejar de ser víctimas de circunstancias, tener un corazón más agradecido, más dueño, más consciente de su posición de inteligencia superior en el planeta.
Esa mala traducción incluía mucha esperanza para la vida futura.. y mucha resignación para la presente. Qué trabajo editar eso!

Escribí este ejemplo puntual porque quiero terminar con un pequeño botón de muestra: la reflexión de un ateo. Dejo a tu criterio, lector, la conclusión de si será más fácil la traducción total o la edición parcial del “documento Dios” en nuestras mentes.

En uno de los foros que frecuento en Internet (mi grupo de amigos nerds, diría mi esposo) estamos algunos seudo-poetas frustrados y a veces intercambiamos nuestros delirios poéticos. Este poema lo escribió un ateo, que tiene un ojo muy agudo para detectar enfoques errados por parte de algunos creyentes -que pretenden venderle una paz que ellos mismos no han alcanzado. Este ateo también tiene mucha creatividad para señalar esos enfoques errados con cariño. Espero que lo disfruten…

Si yo creyera en Dios
(por Sam)

Si yo creyera en Dios,
nada le pediría.
¡Qué vergüenza pedirle algo,
después que me dio la vida!

Lo que creyera necesitar, no me lo daría.
Me daría exactamente lo que necesito,
en el momento y el lugar preciso,
y en la cantidad adecuada y bien medida.

Me imagino imaginándolo diciendo:
"Confía en mí. Te di dos brazos,
para que abraces al gozoso que ríe,
para que abraces al doliente que llora"

Si yo creyera en Dios, tan sólo agradecería,
(Y lo haría rapiditito, una o dos veces al día)
y luego me pondría a gastar bien
los minutos que restaran de mi vida.

Porque, en serio, en serio...
¡Qué vergüenza sentiría,
al pedirle cualquier algo,
después que me dio la vida!

Y ya que estamos, les copio también la respuesta que le escribió otra poetisa frustrada (yo). Y con esto me despido por hoy..

Si yo fuera Dios
(por Carito)

Si yo fuera Dios,
a Sam yo le diría
"vaya, uno entre mil
me arrancó una sonrisa!"

Le diría "es así,
ya te equipé con todo,
¡qué bueno que lo sepas
y lo digas de ese modo!"

Le diría "hacé correr
la voz entre la gente,
lavales el cerebro,
no ahorres detergente!"

Le diría "aquí estás
pa' gobernar la tierra
y comer de su fruto
y aminorar sus penas"

le diría "dar amor,
disfrutar aprendiendo...
¿por qué lo complicaron?
¿qué parte no entendieron?"

le diría "mil gracias
por reflejar mi imagen
mientras permito que otros
sin piedad me la ultrajen" :(

"Mirá un poco, Jesús:"
-a mi Hijo le diría-
"¿ves cómo éste captó
eso que Vos decías?"

O quizás como El Chavo
"no hay por dónde!" diría,
"que disfrutes lo tuyo!
¿te gustó? qué alegría!!!"

Sí, si yo fuera Dios
a Sam yo le diría
"vaya, que uno entre mil
me arrancó una sonrisa!"

miércoles, 15 de abril de 2009

La verdad te hará libre

Tengo un nuevo amigo. Un ex ladrón :)

Su historia me movió hasta los huesos, la estoy traduciendo en estos días. Y puedo comentarla porque él la publicó. Cristiano/misionero de toda la vida, por años sufrió por no poder evitar robar a todo su entorno. Confesaba. Pedía perdón. Odiaba hacer eso, sabía que hacía mal. La gente que quería ayudarlo atacaba el problema “efecto”, el robo. Tuvo oración, terapia, consejería, cárcel, soledad... Nada. Hasta que fue al centro del problema, a la “causa”.

Había sido violado a los 5 años de edad y el violador amenazó con matarlo a él y a su familia si lo delataba. La psicología explicó que, al no poder contar lo que le habían hecho, su atormentado cerebrito subconscientemente ideó que él denunciara sin palabras que “había algo malo”… Cómo? haciendo algo malo. Su primera víctima de robo fue su violador. Pero nadie hizo la conexión, y el chico siguió teniendo necesidad de robar sin saber porqué. Creció y siguió robando y arrepintiéndose, atacando el efecto y sintiéndose fatal, hasta el borde del suicidio. Hasta que entendió la causa que provocaba esa necesidad. Trató por primera y única vez su herida infantil. Y nunca más volvió a sentir esa rara necesidad de robar. Y ahora ayuda a otros adultos encadenados, a descubrir las verdades que los liberarán.

Impresionante, no? Yendo a un plano menos dramático que la historia de John, es bien común que ante conflictos, muchas veces nos concentramos tanto en los “efectos” del conflicto, que no se nos ocurra atacar sus causas ocultas.

Tiempo atrás tuve una situación con algunas personas. Denuncié algo, y ardió Troya. Hubo desencantos. Lágrimas. Relaciones rotas. Y daños colaterales. Fue tan desgastante, que la opción más tentadora era decir "dejémoslo así, sigamos como estábamos". La pregunta que me mantuvo firme fue: ¿quiero estar de parte de estas personas -porque las amo- o quiero estar de parte de la verdad?

Y a pesar del dolor, supe que ponerme de parte de “las personas” me daría un alivio inmediato pero engañoso. Y que ponerme de parte de la verdad me mantendría libre de pequeñas cadenas que ya no quería arrastrar.

Desde esa vez me prometí que, ante conflictos de cualquier tipo, nunca me pondría de parte de Fulano ni de Mengano, sino de La Verdad. Y defendería esa verdad, sin importar a cuál “bando” ésta beneficiase en el conflicto. Y sí, esta práctica me trae libertad.

El hombre fue creado para ser libre, lucha por su libertad desde que nace.
El hombre también fue dotado de principios universales con los que está invitado a alinearse. Entre éstos, uno promete la respuesta a esa permanente búsqueda…

…“La verdad les hará libres”.

Claro, la religión tradicional ha encasillado este principio en un sólo significado: el del plan de Dios con la humanidad. Pero un principio universal no puede limitarse a una sola situación. La verdad tiene que liberarme, no sólo de la muerte eterna, sino también de acciones absurdas, de rencores, de miedos, de necesidades, de lo que sea que me tenga atada.

En mi caso, generalmente "La Verdad" en sus manifestaciones más modestas fue la que me ha traído mayores libertades: Libertad de situaciones forzadas o amistades tóxicas. O libertad de la frustración por causa de eventos fuera de mi control.

O incluso, como dice Susan McMahon, libertad de mi “ego débil”… como cuando una persona adicta al chisme me hizo ver, gracias a sus chismes, una pequeña verdad: yo realmente deseaba la aprobación de la gente! Por eso yo buscaba "aclarar" mentiras que esa persona decía. Esa verdad liberó al mostrarme que el problema no eran los chismes.
El problema era todo mío: atarme a modas humanas, como esa perversa moda de querer ser populares, ese deseo irreal de querer ser creídos por todos y apreciados por nuestras buenas cualidades. Imagínense qué carga inútil, qué energía mal dirigida.

OK… convengamos que no es nada cool recibir una verdad de parte de alguien que luce defectos que una desprecia. Pero justamente eso es lo lindo de ponerse de parte de la verdad y no de la persona. Porque SÍ es cool recibir una verdad. Siempre. Siempre implica un aumento de la dosis de libertad que ya conquistaste. No importa que esa nueva dosis llegue en las manos del ser más amable del planeta, o del que tiene las actitudes más detestables.
No importa, porque en ese momento, ambos están al servicio de Dios, siendo los portadores de un regalo para vos.

Sería tonto rechazar el regalo por causa del mensajero que lo trae. Y sería aún más tonto aceptar, en vez de ese regalo, cosas lindas que no formen parte de la verdad. Ataduras con lazos de seda.

¿Estás en una situación desgastante que ya trataste de solucionar de varias formas? Quizás no sea mala idea hacer como John y preguntarle a Dios… ¿cuál es la verdad escondida detrás de esto, la pequeña o gran verdad, que me puede dar libertad de esto?

En Verdadlandia habita La Verdad en todas sus formas: chiquita, grande, espiritual, social, antropológica, invisible, visible, cotidiana…

En Verdadlandia no tomamos las palabras depende de quién las pronuncia: sabemos por experiencia que una persona tosca o impopular puede decir una verdad verdad, y una persona tierna o muy popular puede decir una mentira (tiene sentido, además, si la verdad amenazara su popularidad).

En Verdadlandia no somos muchos habitantes (uno creería que sí, pero decir "yo no miento" no me convierte en Verdadlandense).

Somos imperfectos y metemos la pata. No siempre la tenemos 100% clara. Ni somos todos muy facheros que digamos. Ni siempre nos va tan bien. Demás está decir que no siempre somos populares. Y a veces nos duele y lloramos.

Pero en Verdadlandia somos libres.

Y si somos libres, lo demás es prescindible.

domingo, 15 de febrero de 2009

Y la bici, para cuándo?

Mi marido me causó un gran perjuicio en estos días. Fiel a su papel de héroe del hogar, el fin de semana pasado estuvo buscando qué reparar en casa. Trágicamente, las cañerías estaban bien de salud. Las sillas de madera no necesitaban retoques de barniz. No había ningún agujero nuevo que taladrar en la pared. El baño cumplía sus funciones. Entonces, no se le ocurrió mejor idea que reparar mi bicicleta estática. Ella que estaba tan feliz fungiendo de perchero desde hacía varios años. Ella que estaba tan conforme con su función actual, tan… estática, como la dueña!

Sin anestesia, mi marido la manipuló frenéticamente con un elementito que yo creía que sólo servía para darle golpes al lavarropas cuando se trababa al centrifugar (el lavarroooopas!! eso podía haber arreglado!!)

Lo cierto es que el hombre me arregló la bici. Y a mí no me quedó más remedio que reacomodar setecientas camisas en mi placard, agradecerle el “favor”, y cómo no... demostrarle que su esfuerzo no había sido en vano, trepando a la bici con cara de entusiasmo, mientras secretamente juraba venganza.

Mientras pedaleaba resignada, pasé por varias etapas. Primero controlé cuántas calorías quemaba… después conté los minutos de mi tortura. Hojeé un catálogo. Decidí que no puedo vivir sin la hamaca portátil de playa que mostraban en el catálogo… a sólo $99.99, envío incluído! Después me aburrí. Pensé en el sándwich que me prepararía. Guau, dije cuando terminó el castigo. Si hubiera sido en una bici real, esto equivaldría a 3 vueltas en nuestra ciclovía. Viendo gente, sintiendo el viento en la cara (sí, haragana pero romántica), escuchando a los pajaritos… Hice el mismo esfuerzo pero no fui a ninguna parte, estoy en el mismo lugar.

La analogía es obvia, no? Cuánto nos vende nuestra cultura occidental la idea de que lo importante es estar en movimiento, no importa adónde estemos yendo.. o si no estamos yendo a ningún lado, con tal de que no dejemos de pedalear. Cuánto soñamos con el momento de salir de vacaciones para bajar un rato de la bici, tomar fuerzas, y después volver a subir a ella para cumplir con una meta aunque dejemos de cumplir otras cinco. Y cuántos suspiros se nos escapan al ver a quienes están en la ciclovía, allá afuera, pedaleando, trotando, o algunos incluso simplemente paseando, mientras nosotros sudamos sin escuchar el ruido del viento entre las hojas.

Pero el propósito de nuestra vida no es sólo ejercitar músculos. El tamaño de nuestro éxito no se mide por cuánto hemos sudado, sino adónde nuestro sudor nos ha llevado.

Me frustré un poco en la primera parte de nuestras recientes vacaciones. Diciembre había sido un mes muy pesado, y yo contaba los días para la playa… “desde el día 1”, pensaba, “me desenchufo totalmente de todo”. Pero íbamos por el día 8 y yo seguía con tensión muscular y otras cuestiones que me mostraban que mi cuerpo no es automático, y mi mente menos. Que no puedo “apagar” la tensión como se apaga la luz. Que no puedo pretender, en dos días, desacelerar una máquina que mantengo acelerada trescientos cincuenta días al año. Y que no tiene sentido lograr desacelerarla, mimarla y disfrutarla 15 días, sólo para someterla a lo mismo después. ¿Qué clase de administración es esa?

Y lo principal, que no puedo posponer los momentos de quietud y de perspectiva de mi vida, para un mes al año. Necesitamos vacaciones diarias. Necesitamos parar un poco cada día y adueñarnos de él antes de que él se adueñe de nosotros. En mi oficina nadie me pedirá que me tome un “break” cada dos horas para recordar quién soy, por qué estoy haciendo lo que hago, y adónde voy. Es mi responsabilidad hacerlo. Dios me hizo un encargo precioso: mi propia vida. Y por extensión, la de los demás. “Ama a tu prójimo COMO te amas a ti mismo”. Es obvio que lo hacemos, no? Evidentemente, sólo podemos dar a los demás lo que nos damos a nosotros mismos. Y si no elegimos tomarnos un tiempo diario para quedarnos quietos, amarnos, escuchar a Dios, y simplemente “ser” sin necesidad de “hacer”, ¿qué calidad de amor le podemos dar a quienes les decimos con palabras que los amamos? ¿Qué les enseñamos con el ejemplo a los que están aprendiendo de nosotros?

Y aunque la perversa sociedad me diga que si no estoy estressada no existo, si yo no me obligo a tomar el control de mi vida y de mi futuro, simplemente estoy eligiendo subir cada día a una bici estática. Puedo bajar de ella a los 80 años de edad, en una camilla, y saber que no llegué a ningún lado porque estuve muy apurada cumpliendo con las prioridades de los demás.

El mundo está lleno de gente lastimada y lastimándose. Y también está lleno de amor e historias hermosas esperando “acontecer” de diferentes maneras. Historias provocadas por gente de todas las profesiones. El mundo nos necesita desesperadamente. Tenemos mucho más que dar que nuestras destrezas administrativas. Dios necesita tus manos, tu cerebro, tu corazón. Y los míos. Y aunque hoy le agradezco infinitamente que él ya me haya mostrado cuál es mi propósito en la vida, sé que ese es sólo el principio. El no lo va a hacer por mí. Yo necesito empezar a fabricar mi bicicleta no estática. No sé por dónde me llevará, pero ya sé adónde quiero llegar.

Me queda claro que mientras fabrico mi nueva bici, tengo que seguir cumpliendo muchas prioridades de terceras personas, y eso está bien, porque así es el proceso. Dios es un Dios de orden y de tiempos. Pero necesito cada día, mientras me toque seguir en la bici estática, bajar un ratito y seguir fabricando la otra, la mía, una pequeña pieza a la vez. Jesús murió y resucitó una sola vez para desatar algo grande en la humanidad, esa fue su gran misión. Pero antes de eso, caminó enseñando y sanando a su paso. No esperó el gran momento de realizar su única acción. Y es interesante que, mientras andaba por la Tierra, no sanó a absolutamente toda la gente, ni organizó mega-iglesias, ni hizo todo lo que podía. Porque nos mostró que podemos hacer lo mismo, que podemos ir por el camino que nos toca, con nuestro propósito en mente, tocando gente a nuestro paso, y no esperando una gran oportunidad de hacer algo gigantesco que a El mismo no le pareció buena administración de tiempo y recursos.

Como ser físico y ser espiritual, como ciudadana del Mundo y ciudadana del Reino, hoy quiero pedirte de todo corazón que pienses activamente en las cosas que te hacen suspirar, en los temas que te apasionan, en el tipo de noticias que despiertan tu interés. Pensá en vos en función a vos, no a tus seres amados. Si aún no la descubriste, Dios está ansioso de revelarte cuál es la contribución que sólo vos podés hacer al mundo, con tu personalidad y tu historia, con tu pasado, tus heridas y tus logros, con tus sueños y frustraciones. Podés ser papá y gerente de una empresa, podés ser taxista por las mañanas y pintor cuando haya oportunidad, podés ser novia y estudiante. Pero si hay algo que te hace suspirar, pedile a Dios que te muestre por qué –o mejor dicho para qué, y desafiale a que no te permita llevar esos suspiros a la vejez.

Ayer una amiga, mamá divorciada, ex-esposa golpeada, nos comentaba que ella sentía que su contribución al mundo era inspirar a otras mujeres a recuperar su vida… nos contó cómo, sin proponérselo, de repente se encontraba escuchando historias que otras mujeres le compartían. Mientras otros critican a estas mujeres, ella puede entender los procesos y sentires de ellas. Y puede transmitirles esperanza mostrándoles cómo ella se forjó una nueva vida a partir de los escombros.

Ella tiene un trabajo de tiempo completo, y además es mamá –sola. Pero también tiene claro que su vida no acaba allí. Tiene claro que eso que siente cuando escucha historias de mujeres que están en un callejón que ella conoce bien, no es un sentimiento en vano. Sabe que es un fuego que la lleva a hacer algo más que comentar cuán mal está el mundo... Y ese fuego es todo lo que Dios necesita, las situaciones las provee El… y ella, sin estudios al respecto, y sin planear lo que tiene que decir, sin dejar de ser trabajadora y mamá, camina por la vida sanando un poco el mundo, una mujer lastimada a la vez.

Regalate la alegría de invertir un poquito de tiempo en vos cada día, regalate el placer de que el Soberano del Universo te susurre por qué sos tan importante para El. Y después empezá a construir tu bicicleta de a poco. Hacé valer tu cansancio y el trabajo de tus manos, no mates tu pasión con la escopeta de las prioridades ajenas. Y por favor, no te resignes a pedalear siempre mirando desde adentro. El mundo te espera del otro lado de la ventana.

Feliz paseo!