sábado, 20 de agosto de 2011

Jesús no pudo

Qué loco. Fue uno de esos “wow moments”. Juro por todos mis patitos de goma que no pensé leer en la Biblia una frase que dijera “Jesús no pudo hacer milagros…”

Y sí. Decía eso.

Contaba que cuando Jesús fue a su tierra, Nazaret, lo cuestionaron y cuestionaron sus obras. "Acaso no era éste el carpintero, hijo de María... no están aquí sus hermanos con nosotros?" O sea, el popular "nah, si yo le conozco a este, le conozco a toda su familia, qué va a venir a hacerse del santo ahora?" --Qué siglo XXI eran los nazarenos :)

Y está escrito que "en efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos. Y El quedó asombrado de la incredulidad de ellos" -Marcos 6:5-6, NVI.

Antes yo sentía que era injusto que Dios exigiera fe para que pasaran cosas. Como me gusta más el razonamiento que la emoción, yo le reclamaba a Dios que mi falta de fe era simplemente honestidad intelectual, y que él me tenía que hacer sentir/creer/ver lo que él quería que yo aceptara por fe. Que mi diseño (ser más movida a razón que a emoción) fue idea suya y que él se hiciera cargo, que yo sólo estaba siendo honesta.

Lo que no me dí cuenta en ese razonamiento, es que Dios insiste de forma innegociable que entendamos que la fe es parte de nuestro diseño. Parte de cómo somos; una parte que vamos perdiendo por estar más en contacto con el mundo natural que con el sobrenatural. La ciencia estima que sólo usamos un 1% de nuestro cerebro; la psicología ha hecho experimentos con resultados impresionantes sobre lo que pasa cuando de nuestra mente sale la orden de sentir, creer, enfermar o curar innumerables cosas. Hay videos muy locos sobre estos experimentos.

El bebé está convencido que puede caminar, por eso empieza a dar sus primeros pasitos. Y por eso caerse o ver que su impulso no lo lleva como quiere, no lo desanima. Sigue sabiendo. Ni una de sus caídas, ni ver a otros correr cuando él da dos pasos y vuelve a gatear, le roba la fe, la convicción (que nadie le enseñó!!) de que puede, de que VA a caminar. Simplemente sigue haciéndolo hasta que su convicción se materializa.

Está convencido de que puede hablar, y dice cosas que sólo él entiende (y su mamá) qué significan. No le importa que nadie le entienda. El sabe que puede hablar.

Por eso la definición en Hebreos 11:1 es tan tajante y cero emoción. Fe es certeza de lo que se espera, convicción de lo que no se ve. No es deseo, sensación, esperanza: es certeza y convicción.

Esa es la fe que traemos en nuestro diseño. La que nos hace crear lo material a partir de lo inmaterial, y que se manifiesta como un deseo imperativo y convencido.

Y esa es la fe que perdemos a medida que crecemos y otros nos dicen qué podemos hacer y qué no, qué puede pasar y qué no, y nos vamos basando sólo en lo que vemos y reaccionando ante ello. Esa la fe que perdemos con la impronta de religiones que la encuadran en límites que sean aceptables para todos y que no incomoden a nadie. Es la fe que perdemos cuando nos llenamos del mundo natural y dejamos de percibir al sobrenatural.

No es cuestión de eliminar el mundo natural: es tan real como lo vemos. Los que amamos la ciencia no aceptaríamos eso.
Más bien es cuestión de volver a traer el mundo sobrenatural, que coexiste con el otro, así como nuestra psique intangible coexiste con nuestro cerebro tangible. Como dice Rob Bell, no se trata de elegir una dimensión y desechar otra; se trata de entender que hay múltiples dimensiones de la realidad.

Esa era la parte que me faltaba entender para activar mi fe. Que no necesito renunciar al mundo natural, a lo innegable. Y que puedo seguir rechazando la emoción estéril. Que puedo volver a integrar esas dos dimensiones, como estaban integradas cuando nací.

Y es la parte que ahora entiendo, porqué Dios está atado a que tengamos fe para manifestarse. Si intentás que un bebé camine pero el bebé no SABE que puede hacerlo, no lo va a hacer. Él está diseñado para que de él salgan la fuerza y el impulso, que empiezan con una orden del cerebro, para que pasen cosas. Y si empiezan con una orden del cerebro, empiezan con nuestro libre albedrío. Y volvemos a lo mismo. Dios no hace por nosotros lo que nosotros tenemos que elegir hacer. Es la ley del amor: la libertad.

Así que cualquiera sea tu pedido conforme a la voluntad de Dios, creelo. No juegues a las adivinanzas diciéndole a Dios cómo ni cuándo, pero creelo para liberar su mano en tu favor. Creé en todo lo que tenga que ver con sanidad, restauración, puertas abiertas, puentes, libertad, liberación, amor, caminos allanados. Creelo porque ésa ES la voluntad de Dios. Creé en los planes que sentís que te llevan a caminar según tu diseño y para arriba. Creé que lo que impide eso tiene que retroceder para que avance el bien.
Escuchá a Dios cuando él te diga cuál es tu parte en este trabajo: lo que tenga que ver con el mundo material generalmente te lo va a dejar a vos, porque para eso te dio un cuerpo. Pero creé en esa parte que no te corresponde a vos. Dejá que el Espíritu convenza a quienes tiene que convencer; esa no es tarea humana. Corregí lo que tengas que corregir en vos, colaborá en lo que tengas que colaborar para facilitar el proceso y no retrasarlo.

Pero creé en serio, porque si no, Jesús podría pero no puede.

O mejor dicho, no creas: sabé que estás diseñado para tener fe; que la tuviste un día y por eso hoy caminás y hablás -aunque te caías y aunque nadie te entendía. Sabé que ese mismo diseño te habilita todavía para mover el mundo inmaterial en tu favor para cosas buenas. No lo creas, no lo desees, sabelo, no te emociones con la idea, simplemente sabelo. Y ahí van a empezar a pasar cosas, en el tiempo que ya está marcado para ello. No atrases ese calendario!