domingo, 15 de febrero de 2009

Y la bici, para cuándo?

Mi marido me causó un gran perjuicio en estos días. Fiel a su papel de héroe del hogar, el fin de semana pasado estuvo buscando qué reparar en casa. Trágicamente, las cañerías estaban bien de salud. Las sillas de madera no necesitaban retoques de barniz. No había ningún agujero nuevo que taladrar en la pared. El baño cumplía sus funciones. Entonces, no se le ocurrió mejor idea que reparar mi bicicleta estática. Ella que estaba tan feliz fungiendo de perchero desde hacía varios años. Ella que estaba tan conforme con su función actual, tan… estática, como la dueña!

Sin anestesia, mi marido la manipuló frenéticamente con un elementito que yo creía que sólo servía para darle golpes al lavarropas cuando se trababa al centrifugar (el lavarroooopas!! eso podía haber arreglado!!)

Lo cierto es que el hombre me arregló la bici. Y a mí no me quedó más remedio que reacomodar setecientas camisas en mi placard, agradecerle el “favor”, y cómo no... demostrarle que su esfuerzo no había sido en vano, trepando a la bici con cara de entusiasmo, mientras secretamente juraba venganza.

Mientras pedaleaba resignada, pasé por varias etapas. Primero controlé cuántas calorías quemaba… después conté los minutos de mi tortura. Hojeé un catálogo. Decidí que no puedo vivir sin la hamaca portátil de playa que mostraban en el catálogo… a sólo $99.99, envío incluído! Después me aburrí. Pensé en el sándwich que me prepararía. Guau, dije cuando terminó el castigo. Si hubiera sido en una bici real, esto equivaldría a 3 vueltas en nuestra ciclovía. Viendo gente, sintiendo el viento en la cara (sí, haragana pero romántica), escuchando a los pajaritos… Hice el mismo esfuerzo pero no fui a ninguna parte, estoy en el mismo lugar.

La analogía es obvia, no? Cuánto nos vende nuestra cultura occidental la idea de que lo importante es estar en movimiento, no importa adónde estemos yendo.. o si no estamos yendo a ningún lado, con tal de que no dejemos de pedalear. Cuánto soñamos con el momento de salir de vacaciones para bajar un rato de la bici, tomar fuerzas, y después volver a subir a ella para cumplir con una meta aunque dejemos de cumplir otras cinco. Y cuántos suspiros se nos escapan al ver a quienes están en la ciclovía, allá afuera, pedaleando, trotando, o algunos incluso simplemente paseando, mientras nosotros sudamos sin escuchar el ruido del viento entre las hojas.

Pero el propósito de nuestra vida no es sólo ejercitar músculos. El tamaño de nuestro éxito no se mide por cuánto hemos sudado, sino adónde nuestro sudor nos ha llevado.

Me frustré un poco en la primera parte de nuestras recientes vacaciones. Diciembre había sido un mes muy pesado, y yo contaba los días para la playa… “desde el día 1”, pensaba, “me desenchufo totalmente de todo”. Pero íbamos por el día 8 y yo seguía con tensión muscular y otras cuestiones que me mostraban que mi cuerpo no es automático, y mi mente menos. Que no puedo “apagar” la tensión como se apaga la luz. Que no puedo pretender, en dos días, desacelerar una máquina que mantengo acelerada trescientos cincuenta días al año. Y que no tiene sentido lograr desacelerarla, mimarla y disfrutarla 15 días, sólo para someterla a lo mismo después. ¿Qué clase de administración es esa?

Y lo principal, que no puedo posponer los momentos de quietud y de perspectiva de mi vida, para un mes al año. Necesitamos vacaciones diarias. Necesitamos parar un poco cada día y adueñarnos de él antes de que él se adueñe de nosotros. En mi oficina nadie me pedirá que me tome un “break” cada dos horas para recordar quién soy, por qué estoy haciendo lo que hago, y adónde voy. Es mi responsabilidad hacerlo. Dios me hizo un encargo precioso: mi propia vida. Y por extensión, la de los demás. “Ama a tu prójimo COMO te amas a ti mismo”. Es obvio que lo hacemos, no? Evidentemente, sólo podemos dar a los demás lo que nos damos a nosotros mismos. Y si no elegimos tomarnos un tiempo diario para quedarnos quietos, amarnos, escuchar a Dios, y simplemente “ser” sin necesidad de “hacer”, ¿qué calidad de amor le podemos dar a quienes les decimos con palabras que los amamos? ¿Qué les enseñamos con el ejemplo a los que están aprendiendo de nosotros?

Y aunque la perversa sociedad me diga que si no estoy estressada no existo, si yo no me obligo a tomar el control de mi vida y de mi futuro, simplemente estoy eligiendo subir cada día a una bici estática. Puedo bajar de ella a los 80 años de edad, en una camilla, y saber que no llegué a ningún lado porque estuve muy apurada cumpliendo con las prioridades de los demás.

El mundo está lleno de gente lastimada y lastimándose. Y también está lleno de amor e historias hermosas esperando “acontecer” de diferentes maneras. Historias provocadas por gente de todas las profesiones. El mundo nos necesita desesperadamente. Tenemos mucho más que dar que nuestras destrezas administrativas. Dios necesita tus manos, tu cerebro, tu corazón. Y los míos. Y aunque hoy le agradezco infinitamente que él ya me haya mostrado cuál es mi propósito en la vida, sé que ese es sólo el principio. El no lo va a hacer por mí. Yo necesito empezar a fabricar mi bicicleta no estática. No sé por dónde me llevará, pero ya sé adónde quiero llegar.

Me queda claro que mientras fabrico mi nueva bici, tengo que seguir cumpliendo muchas prioridades de terceras personas, y eso está bien, porque así es el proceso. Dios es un Dios de orden y de tiempos. Pero necesito cada día, mientras me toque seguir en la bici estática, bajar un ratito y seguir fabricando la otra, la mía, una pequeña pieza a la vez. Jesús murió y resucitó una sola vez para desatar algo grande en la humanidad, esa fue su gran misión. Pero antes de eso, caminó enseñando y sanando a su paso. No esperó el gran momento de realizar su única acción. Y es interesante que, mientras andaba por la Tierra, no sanó a absolutamente toda la gente, ni organizó mega-iglesias, ni hizo todo lo que podía. Porque nos mostró que podemos hacer lo mismo, que podemos ir por el camino que nos toca, con nuestro propósito en mente, tocando gente a nuestro paso, y no esperando una gran oportunidad de hacer algo gigantesco que a El mismo no le pareció buena administración de tiempo y recursos.

Como ser físico y ser espiritual, como ciudadana del Mundo y ciudadana del Reino, hoy quiero pedirte de todo corazón que pienses activamente en las cosas que te hacen suspirar, en los temas que te apasionan, en el tipo de noticias que despiertan tu interés. Pensá en vos en función a vos, no a tus seres amados. Si aún no la descubriste, Dios está ansioso de revelarte cuál es la contribución que sólo vos podés hacer al mundo, con tu personalidad y tu historia, con tu pasado, tus heridas y tus logros, con tus sueños y frustraciones. Podés ser papá y gerente de una empresa, podés ser taxista por las mañanas y pintor cuando haya oportunidad, podés ser novia y estudiante. Pero si hay algo que te hace suspirar, pedile a Dios que te muestre por qué –o mejor dicho para qué, y desafiale a que no te permita llevar esos suspiros a la vejez.

Ayer una amiga, mamá divorciada, ex-esposa golpeada, nos comentaba que ella sentía que su contribución al mundo era inspirar a otras mujeres a recuperar su vida… nos contó cómo, sin proponérselo, de repente se encontraba escuchando historias que otras mujeres le compartían. Mientras otros critican a estas mujeres, ella puede entender los procesos y sentires de ellas. Y puede transmitirles esperanza mostrándoles cómo ella se forjó una nueva vida a partir de los escombros.

Ella tiene un trabajo de tiempo completo, y además es mamá –sola. Pero también tiene claro que su vida no acaba allí. Tiene claro que eso que siente cuando escucha historias de mujeres que están en un callejón que ella conoce bien, no es un sentimiento en vano. Sabe que es un fuego que la lleva a hacer algo más que comentar cuán mal está el mundo... Y ese fuego es todo lo que Dios necesita, las situaciones las provee El… y ella, sin estudios al respecto, y sin planear lo que tiene que decir, sin dejar de ser trabajadora y mamá, camina por la vida sanando un poco el mundo, una mujer lastimada a la vez.

Regalate la alegría de invertir un poquito de tiempo en vos cada día, regalate el placer de que el Soberano del Universo te susurre por qué sos tan importante para El. Y después empezá a construir tu bicicleta de a poco. Hacé valer tu cansancio y el trabajo de tus manos, no mates tu pasión con la escopeta de las prioridades ajenas. Y por favor, no te resignes a pedalear siempre mirando desde adentro. El mundo te espera del otro lado de la ventana.

Feliz paseo!